jueves, 1 de noviembre de 2018

CUERPO, CONSCIENCIA, CULTURA Y MINISTERIO


Escribo esta nota como respuesta a una importante observación al texto citado en mi muro, de Facebook, el día 1 de noviembre. 

Texto citado: "El cuerpo está perfectamente sintonizado al tiempo, nuestros sentidos responden a todo cuanto ocurre en el entorno. Nuestra experiencia es una relación directa con el momento presente. Es nuestra interpretación del mundo la única que puede equivocarse. Si encontráramos el modo de no aferrarnos a nuestros juicios y a nuestras ideas preconcebidas, podríamos observar con unos nuevos ojos lo que está ocurriendo en este preciso instante. En cuanto seamos capaces de ver el momento presente directamente, sin el engaño de la ilusión, podremos dirigir nuestro futuro con una verdadera sabiduría". Tarthang Tulku 

Observación: “... No encuentro mucha coherencia entre estos pensamientos y lo que La Biblia tiene que decir al respecto...”. Úrsula Macher (amiga y hermana espiritual con quien siempre dialogamos sobre nuestra común fe y la manera en cómo expresarla de la mejor manera, y a quien agradezco su constante aliento en el ministerio. Solo aprovecho su comentario para hacer una observación a lo que me parece es una tendencia general).


1ro. Pienso que en una parte importante del cristianismo se ha filtrado una especie de dualismo platónico que niega la importancia del cuerpo al querer afirmar lo espiritual. La negación del cuerpo es un error; desde la perspectiva bíblica se presenta al cuerpo como creación de Dios y como templo del mismo Espíritu de Dios. 

2do. Ese menosprecio o, por lo menos, indiferencia, hacia lo corporal, no solo no nos permite una correcta valoración del mismo, sino ni siquiera nos ayuda a desarrollar una consciencia corporal, que justamente es parte del asunto del cual trata la cita (consciencia corporal, consciencia del entorno, en el aquí y ahora). 

3ro. No encontrar en la Biblia el desarrollo de todos los temas, que nos competen como seres humanos, se debe al propósito de la Biblia. De hecho, la Biblia toca una diversidad de temas, pero ninguno de esos temas son su centro, porque su centro es Jesús, y su propósito es salvífico. Vale decir, el propósito de la Biblia es soteriológico. Eso no quiere decir que no debamos tratar otros temas que son importantes para la vida humana.

4to. No reconocer, o despreciar, los temas que nos competen como seres humanos es negar la responsabilidad de mayordomía, administración que Dios nos ha encomendado desde un primer mandato, el llamado mandato cultural (Génesis), que es anterior a la gran comisión (Evangelios). Esta actitud es la que ha llevado a muchos grupos pseudocristianos a la ignorancia, los prejuicios, el sectarismo, etc. O, inclusive, a algunos grupos cristianos a tener comportamientos sectarios.

5to. Frente a las ideologías místicas del primer siglo, justamente el actuar de Jesús fue un marcado contraste en relación a lo físico y a lo corporal, tanto en los hechos como en las palabras, ej. al multiplicar los panes y los peces (alimento corporal), sanidades (curación corporal), resurrección (levantamiento corporal), etc.

6to. Es un principio bíblico señalado de diferentes maneras en el AT y en el NT que TODO debe ser examinado, lo bueno deber ser RETENIDO, solo ABSTENIÉNDOSE de lo que sea explícitamente pecaminoso. Muchas veces hay una muy mala relación de algunos cristianos con lo cultural, podemos y debemos aprender humildemente de cualquier ser humano que comparta algo bueno, sea o no sea creyente, pues el desarrollo cultural, la creatividad, surge de haber sido creado a la imagen y semejanza de Dios.

Por tanto, en lo cultural siempre encontraremos dos aspectos: uno positivo y otro negativo, lo cual nos debe llevar al discernimiento con la ayuda del Espíritu Santo. No se puede aceptar todo, ni tampoco rechazar todo, sino examinar y elegir. El principio de redimir también se aplica aquí (por eso Apocalipsis nos revela que veremos gente de todo pueblo, tribu, lengua y nación). Mientras los religiosos satanizaban todo, los verdaderos misioneros supieron rescatar la cultura de los pueblos, con muchas de sus creaciones, costumbres, hábitos, formas de expresarse, medicinas, etc.

7mo. El gran descuido que el occidente (llamado cristiano) ha tenido sobre el cuerpo y la mente, ha provocado el surgimiento de las prácticas orientales en nuestro contexto. La reacción de algunos religiosos ha sido rechazarlo todo bajo sospecha de contaminación espiritual, enseñanzas de la Nueva Era, y otros. Ya he señalado que esa no es una actitud que se enseñe en la Biblia, que más bien nos invita al aprendizaje, la reflexión, la humildad, el discernimiento, etc., así como ser fieles a la sana doctrina.

En este sentido, solo bastaría reconocer la fidelidad de tremendos siervos de Dios que prosperaron en diversos contextos, y adoptaron y adaptaron aspectos de muchas culturas, hasta confundiéndose con ellas, sin perder su fidelidad a Dios (José, Moisés, Daniel, Ester, Pablo -caso especial este quien al citar textos que no eran del AT, ha hecho que en el NT formen parte de las Sagradas Escrituras literaturas de la filosofía y espiritualidad griega-, etc.).

8vo. La falta de consideración de lo humano, de lo integral, de lo cultural, no solo nos corta la comunicación con el mundo al cual debemos transmitir un mensaje, sino que no nos permite hacerlo de acuerdo al único método eficiente señalado en las Escrituras, la encarnación, hacerse como el otro (para lo cual hay que aprender del otro), como nos lo enseñaran Jesús y Pablo, explícitamente. 

9no. El concepto del texto citado nos enseña una verdad importantísima para la vida de todo ser humano: poder desarrollar la consciencia corporal como parte del diálogo inevitable con nuestro contexto; el cuerpo y sus reacciones nos dan una información directa, que puede ser obviada si no le ponemos atención o que puede ser distorsionada por nuestros filtros mentales (prejuicios, ideologías, doctrinas mal aplicadas, etc.).

Mucho del sufrimiento provocado por la depresión y por la ansiedad actuales se debe a que las personas no saben ubicarse mentalmente en el aquí y ahora, no aprovechan su facultad de atención, concentración y percepción sensorial, cualidades donadas por Dios para este fin.

Con todo el desacuerdo que podemos tener respecto a muchas doctrinas orientales, debemos ser lo suficientemente humildes para reconocer que nos llevan años luz en haber aprendido a respetar, valorar y utilizar esas capacidades en prácticas como el yoga, la meditación y similares.

Cristianos que oran y conocen las Escrituras muchas veces se ven envueltos en problemas de depresión y ansiedad por falta de autoconocimiento, por falta de respeto a su propia corporalidad, por no aprovechar los recursos mentales (atención, concentración, visualización, creatividad, etc.), con las que justamente Dios mismo nos ha creado.


En conclusión, el creyente no solo debe ser el primero en conocer las Escrituras y los principios que ella nos invita a aplicar en nuestra vida cotidiana (no solo la versión occidental que muestra un cristianismo bastante limitado), sino que también debe ser el primero en investigar y comprender todo lo que Dios ha creado, el universo, el mundo, los seres vivos, los diferentes elementos, el cuerpo y la mente humana, con todas sus características y cualidades, porque en todo ello también se revela Dios (al artista y diseñador se revela en su obra), considerando asimismo las deformaciones que ha provocado el pecado.

Y todo este estudio e investigación, humilde y respetuoso, es para la gloria de Dios, y para que todo creyente esté enteramente preparado para toda buena obra, para la obra del ministerio. Vale decir, cumplir plenamente con el mandato cultural para realizar cabalmente la gran comisión.


Si realmente somos hijos de este Padre Creador no solo vamos a presentar a Jesús (con nuestras palabras), sino que lo vamos a representar con nuestras vidas, integralmente (nuestros hechos, actitudes, obras, etc. en todo orden de cosas).


lunes, 17 de septiembre de 2018

LA MADUREZ CRISTIANA



Esta mañana nuestra hermana en Cristo y sierva del Señor nos retó en su red a señalar las características de la madurez cristiana, algo tan importante a considerar para nuestra evaluación personal, como para nuestro ministerio, y respondí escuetamente dadas las características de este espacio (nota de Facebook):


“Una vida de adoración, fruto del Espíritu y servicio contextualizado”. 


Ya que se requirió una aclaración, intentaré hacerla, consciente, por las distintas opiniones expresadas después del pedido de Varinia, que pueden considerarse diferentes respuestas, adecuadas según el contexto de la pregunta. 


UNA VIDA DE ADORACIÓN 


Señalo en primer lugar la adoración, porque ser cristiano implica haber establecido una comunión con Dios, y en un creyente maduro esta comunión lleva definitivamente a la adoración (lo que ha quedado plasmado en tantos encuentros de los creyentes con Dios a lo largo de las Escrituras, y en el libro más grande de la Biblia, los Salmos). Dios en el centro de la vida del creyente y de la comunidad. Adoración en el sentido de amor supremo (Mat.12:30), de dedicación, fidelidad, obediencia y entrega absoluta al Creador, y ahora Padre nuestro, gracias a la obra de Jesús.

Es algo que vemos en la vida de los diferentes siervos de Dios de todas las épocas (Sal.25:14). Y sobre todo, porque es un deseo divino, que haya una verdadera adoración (impactante la declaración de que Dios busca adoradores genuinos, Juan 4:23-24). Este aspecto es fundamental e insustituible.

FRUTO DEL ESPÍRITU 


Señalo en segundo lugar el fruto del Espíritu (Gá.5:22-23), equiparándolo al carácter de Cristo del cual hay que aprender (Mat.11:29), ya que la madurez implica un tiempo de recorrido con el Señor, en el cual el creyente se va transformando a su imagen (2 Cor.3:18). En este aspecto habría que considerar la transformación del carácter, a la vez que la continua dependencia de Dios, porque para que se manifieste plenamente este carácter se necesita vivir en la llenura del Espíritu (Ef.5:18).

Por otro lado, este requisito es fundamental porque es una manera de glorificar a Dios (1 Pe.2:12). No se trata solamente de la manifestación del Espíritu para el servicio (dones, ministerios y operaciones - Ro.12 y 1 Co.12), que es lo que señalaré en el último punto, sino en el carácter.

Algunos se quedan en el obrar del Espíritu para el servicio, pero en el AT tenemos el ejemplo de los jueces que eran tomados por el Espíritu para salvar a Israel, y, sin embargo, su carácter dejaba mucho que desear. O en el NT tenemos a los corintios, llenos de dones y manifestaciones espirituales, pero con malas conductas. El carácter del cristiano es uno de sus distintivos más importantes.

SERVICIO CONTEXTUALIZADO


Sé que para algunos lo anterior sería suficiente, pero lo que vemos aclarado de diferentes maneras en la Escritura es que tenemos una misión, y que la adoración a Dios, implica servicio a Él, que se manifiesta en el trato al prójimo. Algunos se quedan en la adoración, como repetidores de los tres discípulos en el monte de la transfiguración, queriendo disfrutar de la visión, sin darse cuenta que en el llano hay que atender muchos problemas y necesidades (Mat.9:36 y Mat.17).

Es básico adorar, y es hermoso disfrutar de una comunión profunda con Dios, y experimentar una transformación personal, sin embargo tenemos un desafío con la gente: familia, congregación, comunidad, futuras generaciones (Mat.28:19-20, Lu.10:25-37, Stg.1:27, 1 Juan 4:8, y muchos otros textos).

Y añado la palabra contextualizado, porque esa es también una señal de madurez. Los creyentes/congregaciones no maduros pueden hacer un servicio muy fervoroso pero inadecuado o irrelevante. Pablo entendió la necesidad de contextualizar el mensaje y la práctica del mismo para llegar a la gente en la dimensión que Dios quiere, lo cual nos lleva a la humildad.

Vale decir, antes de ser maestros de un grupo o persona, tenemos que ser sus alumnos, aprender de ellos para poder llegar a ellos (1 Co.9:20-22 - por ejemplo, es claro por los escritos de Pablo, su conocimiento de la literatura y costumbres griegas que cita en sus cartas, sin que muchas veces nos demos cuenta).

La historia del pueblo de Dios nos ha mostrado la gran capacidad de adaptación de los creyentes a las personas a las que tenían que llegar, con diversas costumbres que pudieron adoptar y adaptar, sin sincretismo. La encarnación y la redención no solo son realidades que forman parte de la base de nuestra salvación, sino principios que debemos aplicar en nuestra práctica. La dosis de creatividad y flexibilidad que esto conlleva está muy lejos de muchas de las experiencias eclesiásticas y misioneras que quieren imponer una cultura, en vez de llevar el evangelio a una cultura diferente y aprender de la experiencia, sin necesidad de pecar (como lo hizo Jesús al vivir entre nosotros - Juan 1:1-14, Heb.4:15).

Esta necesidad de contextualizar, encarnar y redimir diversos aspectos de la cultura y la idiosincrasia de los evangelizados, parece ser un obstáculo constante para el grupo madre de los evangelizadores (por eso Jesús fue juzgado como amigo de pecadores - Luc.7:31-34, y las tensiones entre Pedro, Pablo y la iglesia de Jerusalén - Hech.10, 11, 15; Gá.2:11-14).

Recordemos la Misión al Interior de China de Hudson Taylor). En este sentido tenemos que aprender a ser fieles a Dios, y hacer obra, en contextos no cristianos, siguiendo el ejemplo de José, Moisés, Daniel, Pablo, etc. 


La madurez no se evidencia en huir del mundo (como suelen hacer los religiosos, místicos y legalistas), sino en vivir en el mundo sin sucumbir a sus tentaciones, siendo luz y sal, como ovejas en medio de lobos (Mat.5:13-15, 10:16; Filp.2:15). Una vida de adoración, fruto del Espíritu y servicio contextualizado (o encarnado), propósitos de vida y aspectos de evaluación constante para nosotros y nuestros discípulos.