miércoles, 9 de enero de 2019

AL 100% DE LA VIDA



Es una constante en muchos contextos oír a personas y grupos que se quejan por la falta de algo o de mucho. Y es cierto, pueden existir muchas carencias en varios sentidos. 


Es una realidad y hay que tomar cartas en el asunto. Ponerse metas claras, atacar los males de raíz y superarlos... Pero me he dado cuenta que eso no basta... 


UN CAMBIO DE ACTITUD


Creo que hay una necesidad más grande, y es la de cambiar de actitud, y hay una acción más grande, vivir al 100% de lo que sí tenemos. Vale decir, que en vez de quejarnos por lo que no tenemos, debemos aprovechar en la máxima potencia posible, todo lo que sí tenemos, todo aquello con lo que sí contamos. 

Una de las maldiciones de la existencia es desaprovechar lo que tenemos por perder tiempo en enfocarnos y quejarnos por lo que no tenemos. Llenarnos de ira, resentimiento y pesimismo por algunas carencias y tirar por la borda una serie de bendiciones, beneficios, posibilidades y oportunidades. Eso no es posible. No debe ser así. 


SOMOS ADMINISTRADORES


Somos en gran medida administradores. Y no se nos ha de juzgar por lo que no tuvimos, salvo que sea por negligencia, sino por lo que sí se nos dio y lo desperdiciamos o no lo aprovechamos lo suficiente. 

Nunca es tarde para cambiar de actitud e ir a una acción consecuente. No debemos esperar el último momento de nuestra vida para agradecer y aprovechar lo que tenemos. "Hoy es el día de salvación" dice el verso bíblico. Debemos aprovechar hoy lo que tenemos ahora. Debemos abrir los ojos y agradecer lo que podemos disfrutar. Debemos disfrutarlo al máximo y compartir los beneficios y la alegría que nos produce. 


NUEVA MIRADA Y NUEVO GUSTO


Eso significa que hay que cambiar de actitud, dejar la queja, el aburrimiento, la auto-conmiseración, el resentimiento y la ira. Hay que recurrir al perdón, a un nuevo enfoque de las cosas. Debemos tomar una acción redentora y salvar lo que se había perdido por no hacerle caso, por desuso, por negligencia, por olvido. Sea un talento, una relación, un recurso, etc. 

Eso implica también abrir los ojos. Mirar con una nueva mirada y ver. Verlo nuevamente, verlo desde diferentes ángulos, valorarlo, degustarlo, disfrutarlo, profundizarlo, reflexionarlo. Y en consecuencia, aprovecharlo. Aun aquellas cosas cotidianas, aun aquellas cosas que damos por sentado, que nos parecen implícitas o evidentes. Hay que desgranar, hay que catar nuevamente y saborear, y encontrar nuevos rumbos, nuevos aromas, nuevos sabores. 


ABRAMOS LOS OJOS


Abramos los ojos a la vida, la salud, el trabajo, la compañía, lo estudiado, lo aprendido, lo experimentado o lo que es posible experimentar desde ahora. Cada elemento de nuestra vida, cada circunstancia, cada persona, etc. puede convertirse en una oportunidad para agradecer a Dios y a los medios que Él usó para entregarnos sus recursos y riquezas. Sean estas materiales, emocionales, intelectuales o relacionales. Aun aquellas cosas que las sentimos negativas, alguna enseñanza tendrán, algún propósito, por el cual también debemos agradecer y no dejar pasar. 

Implicará un cambio interno, implicará quizá un cambio externo, dejar y tomar ciertas actividades y hábitos. Pero vale la pena el cambio si es que nos lleva a disfrutar más de esa vida y vida en abundancia que Jesús nos ofreció y por la cual pagó el precio completo en la cruz. Hay alguna carencia, no lo desconocemos, y haremos lo necesario para satisfacerla. Pero nunca olvidando lo que sí tenemos, lo que ya tenemos o lo que podemos tener pronto si tan solo abrimos los ojos y caminamos consecuentemente con fe, esperanza, amor, sabiduría y dominio propio. 

Nunca debemos dejar que alguna pena, alguna frustración, alguna pérdida, alguna injusticia o lo que fuere, hagan que cerremos nuestros ojos a lo que tenemos hoy, por muy poco que parezca, es lo que tenemos para administrar y sembrar esperando la cosecha. 

Hay más, pero hay que descubrirlo, hay que tomarlo, hay que administrarlo, hay que compartirlo. Y así y solo así experimentaremos la abundancia y hasta la plenitud de muchas cosas, hasta la eterna y absoluta plenitud de Dios en el día de Cristo. 

Abre los ojos, mira, ve, cambia de actitud y lánzate a disfrutarlo, sin olvidar agradecer cada día y compartirlo a todo el que sea posible, y así se multiplicará la bendición.